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Pensar muchas veces en todo lo que está relacionado con la organización, nos lleva a compararla con productos, servicios, edificios, máquinas, jefes, operativos, horarios, festivos, fines de semana, oportunidades, sueños, metas inalcanzables, lugar imposible de llegar y lo que algunos llaman, lunes tormentosos.
Lo anterior y algunas cosas que pueden escaparse, las tenemos en mente la mayoría de los colombianos. Son sin duda, premisas que vienen constituidas desde generaciones pasadas y que aún permanecen vigentes.
Pero, ¿y qué tal si hoy en día todo va más allá de una forma física? La organización no es lo mismo que la empresa o compañía, estas dos últimas palabras hacen referencia a lo legal, es decir: razón social, constitución, RUT, NIT, edificaciones y todo aquello que la reconoce ante la ley con sus normas y políticas.
Ahora bien, si se mencionan aspectos organizacionales, no cabe duda que algunos mencionarán a Drucker, Schvarstein, Schein o Chiavenato. Otros, hablarán de Taylor, Fayol o Mayo. En efecto, mientras la lectura continúa, usted podrá pensar en muchos más. Cabe resaltar que en este artículo se expondrán más opiniones personales que “técnicotácticas”. La intención no es demeritar a los que no se mencionaron y enaltecer a los citados. Cada uno tiene sus teorías y aportes, su tiempo y espacio, con sus situaciones reales y diferentes vivencias.
Y es como con estas últimas líneas, comenzaremos a exponer algunos factores olvidados de la organización. Esta última, en la vida cotidiana, siempre está presente. Si extraemos definiciones teóricas de la misma, nos llevarán a un punto de encuentro en el cual se le considera como una unidad social que interactúa entre sí para lograr un fin común.
A partir de esa definición, nos detenemos en esa unidad social, la cual está conformada por individuos, con diferentes realidades, entornos, creencias, emociones, vivencias y presentes. Todo lo anterior, es lo que muchos jefes, colegas, directivos, proveedores y los diferentes stakeholders olvidan.
Se cae en la trampa de creer que organización es automatización, lo cual no ponen en práctica solo para las máquinas, también para los individuos que conforman una organización.
Este es el primer dilema al que se están enfrentando las compañías colombianas, pensar más en producción que en calidad de vida de sus individuos. Por otro lado, también se buscan más resultados que procesos, más digitalización que humanización de sus colaboradores.
La pregunta en cuestión es: ¿Y a qué se deben estos dilemas? Puede que todo indique a que se busca la productividad o competitividad, que se reaccione ante presiones externas y/o alianzas o tratados internacionales. El factor dinero rápido prima más que el humano.
En relación con ese dilema sobre más digitalización que humanización, es conveniente resaltar que hace unas décadas, un canadiense habló sobre la aldea global, el medio es el mensaje y que ese medio, era una extensión de nosotros.
Hoy en día, ese medio se relaciona con lo digital, que fundamentaba su creación en la optimización de procesos e incremento de la productividad.
Pero la evolución del mismo, llegó a no solo distorsionar los mensajes, también a condicionar a las organizaciones en sus prácticas de interacción entre individuos. Es así como socialmente, se fueron construyendo brechas, las cuales aterrizaron en el deterioro del clima, falta de cultura y una conformada pero débil estructura organizacional.
El transmitir información se agilizó. En cierto modo, el servicio al cliente mejoró y un alto porcentaje de las empresas en Colombia entraron en el mundo digital, en “la modernidad”, espacio en donde parecía no haber cabida a las necesidades profundas del individuo que trabajaba en estas. Se comenzó una carrera por exponer lo maravilloso del pretender pero en realidad no ser. También, para atenuar la situación, se implementaron los salarios emocionales, planes carrera y algunas acciones de bienestar corporativo.
Y por lo anterior, nos regresamos a esas líneas sobre el olvido. En sí la culpa no está en los medios digitales, claramente representan evolución del ser humano y sus invenciones.
Los cuestionamientos recaen en los mismos individuos. Primero en aquellos que dirigen y/o lideran una organización, pues han dejado de lado esa función de valorar a sus colaboradores, han olvidado que esos individuos acarrean realidades por lo que necesitan ser entendidos más no señalados. Somos seres orgánicos en constantes transiciones, las cuales si no son analizadas, afectan negativamente en los entornos internos de una compañía, reconociendo algunos como rotación, mala comunicación, crisis en el personal, baja productividad, entre otros.
Segundo, fijamos la mirada en el individuo como tal, ese que es independiente y autosuficiente. Este mismo cayó en la trampa de la automatización, de la rutina, del olvido del saber ser y hacer.
Como resultado, en esta primera entrega escrita, nos preguntamos ahora, si como individuos, somos conscientes que en nuestra esencia somos organizaciones, con misiones, visiones, objetivos, metas, estrategias, principios, crisis, transiciones y un sinfín de factores que nos afectan como seres sociales y como seres productivos.
Por lo tanto, no sabemos en realidad qué tanto valor le estamos dando a nuestro ser personal, ese que nos ayuda a evolucionar como profesionales, a dar un diferencial. Al parecer, las enseñanzas de la abuela, de mamá, de papá o de lo académico, las trasladamos al inconsciente, ese que sabemos que existe y por razones que aún muchos desconocemos, no controlamos.
Aunque me gustaría creer: no es que no las controlemos, tan solo no las capacitamos o entrenamos.
